jueves, 26 de febrero de 2009

Una carta de despedida


Apreciable y nunca 0lvidable Modesta, me creo que sean mis últimas letras con
sentimiento. No he podido hablar contigo en las últimas horas, y llevo bastantes
días con ansia de verte, pero me creo que el no venir no habrá sido por capricho, habrá sido por no poder. Lo comprendo porque los hechos me lo muestran, era sólo y exclusivamente para darte unos consejos de palabra, que aquí por escrito no puedo darte, pero tú te los puedes imaginar.

Ahora que te lo recomiéndolo mucho y que te lo quites si es preciso y que
te lo quites si es preciso de comer para que pagues si es necesario para que
aprendan a leer nuestros hijos, particularmente, Sigfrido, para que algún día
lea la historia cuando sea mayor que se está escribiendo con sangre de la clase
trabajadora. También podrá sacar la conclusión de que su padre murió por cumplir
con un deber en defensa del trabajo y de su clase proletaria como tal trabajador...

Sin más, que no penseis en mí como lo que han querido demostrar desde que
acabó la guerra, por ser un ladrón o tener las manos ensangrentadas. Si no por
ideas todo lo que éstos persiguen porque ellos son los que se levantaron en
contra de un Estado legalmente constituido, faltando a su juramento como tales
militares. Muchos besos y abrazos para Raimunda, Esperanza, Angelines y Sigfrido, mis hermanos, mis padres, tu madre y todas las hermanas y hermanos. Tú recibe un fuerte abrazo de éste, que nunca os olvida.


Florencio Soto murió de un tiró en la nuca el 20 de junio de 1940 en Toledo. Sus restos están en la fosa común del Patio 42 del cementerio municipal, que guarda los cadáveres de más de 700 represaliados



No hay comentarios:

Publicar un comentario