sábado, 28 de febrero de 2009

La memoria de El Dorado


A Paulino le fusilaron el 31 de agosto de 1939... Pero en algunos registros figura el día 29. Dos días menos de sufrimiento. Este campesino de izquierdas, "muy de izquierdas", según su familia, murió casi cinco meses después del final de la Guerra Civil. La siguió en las trincheras durante el verano del 36, a pocos kilómetros de la capital, pero el chivatazo de un sacerdote aceleró la detención del grupo de republicanos atrincherado a pocos kilómetros de la capital a finales de septiembre. "El cura vio como se trasladaban las armas y le comunicó a las tropas franquistas que había un polvorín cerca de las trincheras", relata su nieto Luis de la Torre. La captura estaba hecha. Las tropas del general Varela entraron en la ciudad, arrasaron a su paso y redujeron a los milicianos que no emprendieron la huida. Los que luchaban junto a Paulino no pararon de lanzar granadas y de apurar las municiones durante dos días, hasta que el ataque del ejército sublevado sobre la ciudad forzó el abandono de la mayoría de los milicianos y la detención del reducto que todavía quería quemar los últimos cartuchos.

El nieto de Paulino suele llevar su foto en el bolsillo de su camisa. Le conoce de oídas, pero se siente orgulloso cuando algún anciano le recuerda en Guadamur, donde vivió hasta 1936. Su familia también echa la vista atrás, pero la amargura de las pesadillas de aquel verano todavía se asoma a su casa. Noches en vela esperando noticias, soñando su salida de la prisión de San Bernardo, temiendo que la guerra terminase y en la lista de fusilados de una mañana cualquiera se encontrase su nombre...

"Mi abuela Beatriz iba a verle a la cárcel con mi madre y mi tío, que tenía cuatro años". Había días que no permitían visitas porque se había escapado un preso o se había montado alguna 'gorda'. El hambre resultaba más angustioso que el estruendo de la lluvia de balas de los fusilamientos, pero Paulino y el resto de presos aprovechaban la poca comida que les llegaba si los carceleros tenían un día bueno y no tiraban las bandejas.

Paulino sufrió la guerra entre rejas, sin soltar palabra, sin poder animar a los suyos. Este campesino, conocido en Guadamur como 'El Dorado', "quería ir a la guerra", era un socialista que no podía con las injusticias", le ha escuchado decir Luis a su madre muchas veces. Su intervención en la fábrica de harina del pueblo es una de las pocas anécdotas que quedan intactas en su memoria. "Se encargó de la fábrica para que no la quemasen los del bando franquista. Consiguió reclutar a bastante gente y evitó que desapareciera".

Luis quiere recuperar los restos de su abuelo, enterrado en una fosa del 'Patio 43' del cementerio de Toledo. Apilaron su cadáver junto al de otros ocho represaliados. La historia de Paulino terminó de forma abrupta, como la de otros muchos encarcelados de la época. "A mí familia le quitaron la cartilla de racionamiento y pasó mucha hambre. A veces, daba propinas a los encargados de repartirla para comer un poco más". La gusa se mezcló con las humillaciones que soportaron su mujer y su hija, a las que cortaron el pelo al cero para que todo el pueblo las humillase 'por rojas'...


En el caso de Paulino López los números sumaron su desgracia. No se sabe el día exacto de su muerte, pero le detuvieron en octubre de 1936 y murió fusilado cuando tenía cumplidos esos mismos años.


(Extracto de la historia de Paulino. El reportaje lo publiqué en el diario La Tribuna de Toledo, el 13 de abril de 2008)

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